Opinión 

El comentario de hoy, jueves 10 de junio 2021

La populosa Colonia Reforma, una de las más antiguas de la capital oaxaqueña, conocida hace más de cincuenta años como la Colonia Moderna, luce hoy en día, como si hubiera sido escenario de un bombardeo. Es, como la calificó una portada del diario El Imparcial, una zona de guerra. La carpeta asfáltica semidestruida, banquetas perforadas, hoyos, zanjas abiertas, montones de tierra, cables expuestos, etc. Las rampas por las que se desplazan los discapacitados, ya no existen.

Desde hace al menos cuatro meses, una empresa foránea, que realiza trabajos para meter en el subsuelo fibra óptica de conocido consorcio nacional de cable, telefonía e internet, ha generado una justificada crispación social. De forma arbitraria y en un abierto atentado a los derechos civiles, ha abierto cepas, dañado jardineras y destruido accesos a domicilios, cuyos propietarios se ven obligados a dejar sus vehículos lejos de sus casas o a pagar pensiones en estacionamientos públicos, para evitar robos o despojo de autopartes.

Como si fuera un corolario infeliz de la crisis económica que ha traido la pandemia, hay negocios que están en la quiebra total, pues los daños ocasionados a la carpeta asfáltica impiden la llegada de los clientes. El área responsable del municipio citadino que autorizó dichas obras privadas ha guardado total hermetismo. Porque la citada empresa, con absoluta prepotencia, ni siquiera cuidó la instalación de los usuales señalamientos o el clásico “usted disculpe”. Nadie sabe qué benficios traerá; tampoco si se trata de una obra prioritaria y para quién.

Se han cerrado calles para las maniobras de la maquinaria pesada; el ruido de los taladros o cuchillas es infernal. Las mismas han afectado la red de agua potable y hasta interrupciones de la energía eléctrica han ocasionado. Sin embargo, hay sitios en donde sólo se observan montones de tierra que, con la lluvias de estos tiempos, penetran por la red de alcantarillado. Los resultados graves aún no se han visto. Es más, hay cuadras completas en las calles en donde lucen los rollos de cable, como si la vía pública fuera patio de maniobras. En una omisión imperdonable y violetando el derecho a la información contemplado en el artículo 6º de nuestra Carta Magna, sobre el derecho del ciudadano a saber, ninguna autoridad ha dado cuenta de qué se trata dicha obra privada, qué beneficio traerá a la ciudadanía, cuándo termina y quién será responsable de reparar los daños, porque no es ético ni de buen gobierno, dejarle al que viene pagar los platos rotos. (JPA)

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