Coordenada 21 

Pobreza y reproducción sexual

Por Samael Hernández Ruiz

José Alfredo Jiménez fue uno de los compositores que le cantó al amor desgraciado del macho mexicano. Un hombre que no sabe pedir perdón porque nunca ha perdonado pero que está dispuesto a disputar el amor de una mujer contra todo tipo de convenciones sociales. Al final, la mayor felicidad es recibir un hijo de la mujer amada, fruto de un amor apasionado. Todo eso ha cambiado de manera drástica.

Las historias de amor como las que cantaba José Alfredo Jiménez, así como todos los poetas y enamorados del mundo, dispuestos a morir por su amor, no pueden hoy combatir el flagelo de la pobreza que arrastra a la mujer amada a la desesperación y la lleva a alquilar su vientre y su vida para albergar el fruto del amor de otros, amor fecundado no por el abrazo erótico, sino en un frío tubo de ensaye de algún lujoso laboratorio.

El primer caso de fecundación in vitro fue reportado en 1973, pero no tuvo como consecuencia un nacimiento. Fue hasta 1978, que se logró la fecundación in vitro y derivó en el nacimiento de la niña inglesa Louise Brown el 25 de julio. A partir de entonces, nada volvió a ser como antes y es probable que de la fecundación in vitro haya derivado la idea del alquiler de vientres.

Esto último se ha presentado como una acción altruista entre mujeres que tiene una vieja historia; lo cierto es que en las condiciones modernas, el alquiler de vientres se concentra en los países pobres, donde es más barato contratar a una mujer dispuesta a servir como recipiente para la producción de un bebé.

Dije producción, porque una reproducción supone la réplica del original. En la fertilización in vitro, cuyo cigoto se trasladada a un vientre ajeno a la dueña del óvulo, ¿quién puede reclamar ser el origen de la vida que se gesta?

El tema se complica más si el esperma que fecundó al óvulo no pertenece, por cualquier rezón, a la pareja de la mujer que desea un hijo.

Este tipo de parejas, cuando cuentan con suficientes medios económicos, buscan una madre-sustituta con la que llegan a un acuerdo, y pagan los caros estudios, medicamentos, tratamientos y la intervención quirúrgica que requiere este tipo de «reproducción asistida». En un alto porcentaje esas madres-sustitutas viven en regiones pobres devastadas por las políticas neoliberales.

De esta manera, los países pobres, con suficientes mujeres entre los 18 y 25 años de edad, se vuelven el mercado ideal para que las desgraciadas parejas ricas, encuentren una masa proletaria dispuesta a convertir sus cuerpos femeninos en factorías de bebés que después les serán arrebatados, con el consecuente sufrimiento físico y psicológico y efectos dañinos aún no dimensionados en el niño.

En esas condiciones, el mercado de vientres se ha convertido en un lucrativo negocio que va más allá de los espacios nacionales. En efecto, la madre-demandante puede vivir en los Estados Unidos de Norteamérica y la madre-sustituta en una pequeña aldea de la India; el padre importa poco o no importa. ¿Qué respuesta se le dará al joven cuando pregunte por su origen?

En México el alquiler de vientre costaba hace algunos años entre 150 y 180 mil pesos, mientras que en Europa es de 200 mil euros; pero además algunas mujeres mexicanas anuncian su vientre en las redes sociales y el volumen de venta sigue creciendo.

Para las parejas homosexuales el alquiler de vientres y la fecundación in vitro, combinada con la venta de óvulos o esperma, son una esperanza para sus deseos de criar a un hijo.

Uno de los aspectos peligrosos del alquiler de vientres es el exceso al que lleva la pobreza. Una mujer sana y joven no puede alquilarse para tener más de seis hijos, sin riesgo de ver su salud seriamente afectada; pero ¿a quién le importa?

El otro riesgo es la esclavitud sexo-productiva de las mujeres por el crimen organizado internacional. Imagine el lector una granja de mujeres embarazadas contra su voluntad, para parir a los hijos de quién sabe quiénes, pero que pagarán grandes sumas de dinero para tenerlos. Escalofriante, pero posible.

De los posibles efectos de este tipo de reproducción asistida en los niños hablaremos en otra entrega.

Nada de lo anterior se explica sino es porque en el capitalismo todo se convertirse en mercancía. La relación interpersonal profunda entre seres que se aman y que origina la vida humana podemos comenzar a olvidarla.

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