De paradojas y utopías 

“El milagro oaxaqueño” y sus tropiezos

RAÚL NATHÁN PÉREZ

1).- Los gajes del oficio político

El oaxaqueño común vive con la eterna esperanza en la bolsa. Cada cambio de régimen hace votos. Está a la espera de algo mejor. Aunque un tanto incrédulo a promesas de campaña, algo tiene de ingenuidad que las acepta a pie juntillas. Sólo aspira a que éste no sea igual o peor que el otro. Y tiene razón. Desde hace mucho nos han saqueado, esquilmado y contribuido a que sigamos a la cola a nivel nacional. Y con absoluta impunidad. Se casa con el espejismo del desarrollo, de las inversiones, de que a todos nos irá “a toda madre”. Sin embargo, la única beneficiaria es una clase política que en la consabida frase de don Daniel Cosío Villegas, asemeja: “una monarquía sexenal absoluta, hereditaria, por vía transversal”.

Jóvenes universitarios enjundiosos, “hijos de”, entreverados con viejos carcamanes y cartuchos quemados del ancienrégime. Especímenes vacilantes y de andar torpe que, como los “Cien Tísicos” —así les llamó don Luis González a “Los Científicos” del Porfiriato— se resisten a dejar la ubre. Si alguien lo duda puede darse una vuelta por el IEEPO y se sorprenderá al ver, que la tentación de algunos por el poder, no respeta edad, ni clase social ni nivel político. Quien ya bailó, no se sienta. En La voluntad de poderío, Friedrich Nietzsche (EDAF, Madrid, 1996), advirtió sobre la adicción del poder; el eterno retorno; la recreación eterna de la supremacía. El asumirse centro y periferia de todo. Es una enfermedad. Es también un mal atemporal. Como en las monarquías: el poder sufre un traslape generacional que genera dualidad y confusión. Dónde empieza uno y dónde termina el otro. Hay asimetrías y desequilibrios generacionales. Y empiezan las dudas. Literalmente, o estás con Dios o con El Diablo. Las rupturas son estrepitosas.

2).- Sin juicios a priori

El exgobernador Gabino Cué adoleció de un síndrome grave: nunca ejerció el poder en plenitud. Tampoco lo disfrutó. Más bien lo padeció. El amasiato con los grupos de presión al inicio de régimen, con la Sección 22, con los partidos coaligados y sus amigos, lo llevaron al cadalso. La percepción social era la de una persona ajena a su entorno. Hubo colegas que lo interpretaron como una especie de autismo. Muy apegado a cartabones. No movía sus piezas. Corruptos y cómplices estuvieron hasta que la presión pública demandó su salida. He ahí el quid del saqueo infame. Hasta nos dejó en buró de crédito con la banca de desarrollo. Sólo la Virgen de Juquila y “Mamá Chole” —como decía J. Esponda— nos mantuvo a flote. Los bussiness estuvieron a tambor batiente, mientras la entidad se desmoronaba ante un gobernante ausente y extraviado.

Por ello y aunque es demasiado prematuro anticipar vísperas o hacer juicios a priori, el gobernador Alejandro Murat debe ejercer el mando en plenitud. La gobernabilidad está de cabeza. Alguien le acuñó a don Jesús Reyes Heroles la frase aquella de que el poder se ejerce, no se delega. Ni virreyes ni cilindreros; ni poderes tras el trono ni tutelaje. Oaxaca implica aprender a bogar en un mar infestado de escualos. Sumergirse en la historia política contemporánea para entender el desencanto de la sociedad. Empaparse de las lecciones en este desolladero político, de las historias truculentas, de complicidades y arreglos debajo de la mesa. Han pasado dos meses y el gabinete no acaba de discernir el reto. Como en los peores tiempos de Gabino Cué. Y ya no cuaja echarle la culpa al de atrás. El pasado merece pasarse por el rasero de la justicia. No hacerlo dejará en el pueblo más dudas que certezas. Complicidades o pactos vergonzosos.

Los oaxaqueños seguimos acorralados por bloqueos y amenazas a la paz pública. Continuamos recibiendo los coletazos de conflictos postelectorales, sindicalismo voraz, la industria del chantaje y del alto índice de criminalidad. Un sistema de usos y costumbres que es botín de unos cuantos y renta de la “casta divina” de administradores municipales. Así, mientras Alejandro Murat cabildea recursos, inversiones, que arropa con singular apología el glamour mediático “nacional”, en este paraíso de impunidad —que fuera de Oaxaca a nadie le interesa— sigue la anarquía. “El milagro oaxaqueño” pues, ha empezado a caminar con demasiados tropiezos.

 

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

 — No obstante los buenos oficios y reuniones con el ejecutivo estatal, el ayotzinapo, Eloy López Hernández, dirigente de la Sección 22, seguirá en las mismas. El gremio no cambia. Perdido en el mundo de las ideas. Anclado en la ideología sesentera. Su discurso acartonado es como su grito de guerra: el “¡Venceremos!”. Llama a risa la mano izquierda levantada, cuando todo mundo sabe que su política es la conveniencia y el confort.

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