De paradojas y utopías 

Los olvidados de la pandemia

DE PARADOJAS Y UTOPÍAS
RAÚL NATHÁN PÉREZ

En memoria de José Luis Ceballos,
que se nos adelantó

1.- Los sin casa

Para quienes viven en situación de calle, sea en alcantarillas –que los hay en la capital- o alcohólicos que antes en el zócalo, ahora en el atrio de San Agustín, las riberas del Río Atoyac, callejones, quicios o debajo de puentes o el Mercado de Abasto, no tienen materialmente a dónde ir, el mensaje de “Quédate en casa” suena como un cuento de hadas. Felizmente el mezcal con agua, llamado en la jerga de esos grupos, “hincha patas”, los mantiene casi invulnerables. Nada de metanol. Aquí sólo agua. Y como nadie los pela, siguen como si nada, como si el nuevo coronavirus, Covid-19 o SARS-CV2 respetara su triste condición. Sobreviven también en las calles, de milagro, jóvenes tatuados haciendo malabares, limpia-parabrisas, mujeres con niños o ancianos discapacitados pidiendo limosna.

2.- Invidentes, menesterosos y otros

Figuran también los invidentes en las esquinas del Centro Histórico, micrófono en mano y bocina al frente, o los trovadores que, guitarra en bandolera iban de “El Jinete” a “La Poblanita” o de “La Barca de Oro” a la cantina de “El Chato”. Se echaban dos o tres melodías y a pasar el sombrero o la mano, para la moneda. Hoy, ni máis. Ni cantinas, ni antros, ni cerveza siquiera. Una sequía brutal, en todos los sentidos. Quienes amenizan en los camiones, con eso de la “sana distancia”, ni pensar en dos o tres pesos. O qué decir de los marimberos con sus “mecateras”. Pasando el güiro para quien tenga voluntad. Sólo Dios sabe si tienen algún humilde rincón donde pernoctar. Obviamente, la necesidad apremia y la lucha es la misma: asegurar “la papa” para llevar a casa.

Hay ancianos (as) que se ganan la vida con dignidad. Llegan de sus comunidades a vender en los mercados capitalinos, lo que producen en sus parcelas. Calabacitas, cilantro, berros, nopales, aguacates criollos y hasta rajas de ocote. Sólo se llevan unos cuantos pesos. El fenómeno se repite en los mercados de los Valles Centrales. Los hay también que deambulan –o deambulaban- por el Centro Histórico con sarapes u otras artesanías. Cucharas de madera, abre-cartas, etc. La anciana que vendía muñecas de trapo, creo que ya falleció. Todos (as) se juegan la vida.

3.- Los otros damnificados

Payasos, DJs, garroteros, personal de ferias, cantineros, meseros (as), cocineros (as), aseadores de calzado, taxistas, músicos, propietarios de micro-empresas de ropa, calzado, tortas, tacos, artesanos textiles, de barro negro, verde, rojo; las tortilleras, vendedoras de tejate, nicuatole, frituras, fruta en bolsas, memelitas o empanadas de San Antonino. Aquellos (as) que están en los puestos de nieve de sorbete, limón o leche quemada en La Soledad. O venden nenguanitos, mamones, higos o limones rellenos de coco. Los pintores del Jardín del Arte, o sea el Antonia Labastida. Es más, la sequía llegó a la Iglesia Católica. No hay misas y no hay limosnas. Alcancías vacías con iglesias cerradas. Aquellas personas que venden gelatinas afuera, también hoy padecen los latigazos colaterales del Covid-19

4.- Y los más golpeados

Como cada año, por los días de la Semana Santa y previo al Día del Niño, llegan a la capital y poblaciones vallistas, los circos, con sus espectáculos de magos, payasos, trapecistas. Ante la pandemia, ahí están varados. Trashumantes, no pueden ir a ningún lado. Aguantan vara aquí. Han recibido la solidaridad de oaxaqueños, que han compartido su medianía con ellos. Pero en su pobreza, en su necesidad, han sido fustigados por funcionarios sin escrúpulos. Hace al menos un mes, al Circo del Oso Ruso –así se llama- le decomisaron sus animales. Es evidente que en la lista de afectados y olvidados, nos quedamos cortos. Faltan muchos más. Con ellos, con médicos, enfermeras y personal sanitario, nuestro reconocimiento y solidaridad, que ya bastante mal la están pasando.

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

Un nuevo grupo de damnificados de la pandemia se agregó el pasado miércoles 27 de mayo: las centenas de locatarios, cuyos locales arrasó el incendio de ese día en la Central de Abasto. Mi solidaridad con todos ellos. Ojalá que ello permita limpiar a dicho centro comercial de tantos vicios: líderes, narcos, malillas, prestamistas y toda esa lacra.

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