De paradojas y utopías 

El Zócalo: Patrimonio perdido

DE PARADOJAS Y UTOPÍAS
RAÚL NATHÁN PÉREZ

1).- La historia y la nostalgia

Mañana se celebra la tradicional “Noche de Rábanos”. A 112 años de llevarse a cabo. Miles y miles de turistas del país y el extranjero, así como paisanos, se dan cita en el corazón de la ciudad: el zócalo. “De Oaxaca –decía el desaparecido Julio Cortázar (Bruselas, 1915-París, 1984-) me habían dicho muchas cosas, turísticas y etnográficas, climáticas y gastronómicas; lo que no me dijo nadie es que allí, además de un zócalo que sigue siendo mi preferido, había de encontrar la más densa congregación de cronopios jamás reunida en el planeta con excepción de la de Estocolmo”. (Papeles inesperados, Alfaguara, México, 2009, p. 184). “Ser cronopio es contrapelo, contraluz, contra novela, contradanza, contra todo, contrabajo, contrafagote, contra y recontra…” (Ibídem). El zócalo es, pues, un sitio emblemático. De solaz y esparcimiento en el Siglo XX. Fue, durante mucho tiempo, el rendez-vou de viejos y jóvenes. No sólo el escaparate de la high-society sino recreación del populacho. ¿Cómo carajo lo perdimos?

2).- De ícono a vertedero de protestas

Del zócalo y de la historia citadina han escrito oaxaqueños que han dedicado parte de su vida al estudio de nuestras tradiciones: Rubén Vasconcelos Beltrán, Everardo Ramírez Bohórquez, Arcelia Yañíz, Hugo Altamirano, Guillermo Villa Castañeda (José María Bradomín), Guillermo García Manzano, Jorge Bueno y otros más. En la década de los 70 se convirtió en el sitio emblemático de la protesta callejera. El Movimiento Democrático Universitario transformó al quiosco en tribuna. Al inicio de los 80 empezaron los plantones del Cártel 22 y el secuestro del Centro Histórico, por semanas o meses. Y de aquel lugar de reunión, de convivencia familiar, de disfrute social, fue derivando a mecanismo de poder y presión; de chantaje y sojuzgamiento. A partir del 2006, con la revuelta político-social, el zócalo devino rehén permanente de protestas, denuncias y del comercio ambulante. Cada marcha, cada plantón de mayo, traía como plus, puestos, lonas, reatas, mecates. Una telaraña infame, aderezada con olor a orines y excremento. Una zahúrda pues.

3).- El estercolero y los cautelados triquis

En abril de 2010, fueron asesinados por presuntos paramilitares, en la zona de Copala, territorio triqui, los activistas Beatriz Alberta Cariño y el finlandés, Jyri Antero Jaakola. Encabezaban una supuesta caravana humanitaria, sabidos de la violencia en la zona. Fue durante el gobierno de Ulises Ruiz. Empezó a ponerse en boga el tema de “desplazados”. Triquis que se asumieron tales se empoderaron durante el gobierno de Gabino Cué. Recibían dinero para retornar a sus comunidades, pero al poco tiempo regresaban por más. Convirtieron su supuesta victimización en un boyante negocio. Más cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), pidió al gobierno medidas cautelares. De los más de sesenta cautelados, no quedan ni veinte. Con ese ropaje, los tiririteros: Lorena Merino, Reyna y Jesús Martínez, se convirtieron en una especie de intocables. Y se avecindaron en los pasillos del Palacio de Gobierno. Lo han convertido en tianguis, cocina, hotel de paso y su hábitat. Ya es su hinterland, su casa, su espacio vital.

4).- ¿Hasta cuándo el zócalo será nuestro?

Con los instrumentos jurídicos en la mano; los materiales gráficos de los arrebatos violentos y el desafío a las autoridades, el gobierno de Alejandro Murat puede rebatir ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las sobadas medidas cautelares. Pero no se ha hecho. Se trata de la invasión de un espacio público que, suponemos, no lo contemplan las mismas. Es necesaria la recuperación del zócalo de la capital y el espacio referido. Eso no es atentar contra los derechos humanos. Debe ser una acción de Estado y de bien público. El espectáculo para el turismo y los propios oaxaqueños es indignante. Más lo es, que se tenga que pedir permiso para eventos tradicionales. O sobornar a los dirigentes. Eso debe terminar. 

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

— El país se desangra en la violencia y el crimen. Oaxaca no es la excepción. Lo que sorprende es la doble percepción: la del gobierno estatal y la de la sociedad civil. La mediática, dijo uno de los responsables de la seguridad; personal, dijo el otro. En las cámaras empresariales ya se encendieron las luces de alerta. ¿Seguiremos con el ardid del Oaxaca seguro? Es una pregunta. — Aprovecho este espacio para enviar a amigos, lectores y compañeros del medio, mis mejores deseos para esta Navidad. Que haya paz, felicidad y bienestar.

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