Opinión 

El comentario de hoy, martes 25 de febrero 2020

No es ocioso repetir que, México es uno de los países en donde el ejercicio del periodismo es un acto de vida o muerte. Y que, sin librar una guerra en el sentido estricto de la palabra, está ubicado como uno de los más letales para este oficio. En sentido contrario al sobado mensaje oficial de respeto a la libertad de expresión, cual más, cual menos, pretende conculcar dicho derecho constitucional, acotarlo o censurarlo, a través de la intimidación o la violencia.

En los pasados gobiernos, a los que se le ha impuesto el apelativo de neoliberales, los asesinatos y desapariciones; las amenazas y censura, fueron comunes. Pero tal parece que las cosas no han cambiado mucho. Seguimos igual o peor. Ahora, hasta nos sentimos más vulnerables, pues los casos de periodistas agredidos se subestiman cual si se tratara de delincuentes del orden común. El derecho a la información, consagrado en la Constitución parece caminar al tenor de las libertades conculcadas.

Amén del peligro que representa este oficio, muchas veces es minimizado, estigmatizado y ofendido. Hasta el más ignorante pontifica y descalifica con apelativos como chayoteros, gatilleros o asaltantes a pluma armada. Tenía razón el maestro Raúl Trejo Delarbre: los periodistas somos como el cohetero: “de todos modos nos chiflan”. No obstante, la lista de muertos o desaparecidos aumenta cada día. Y lo peor: quedan en la impunidad.  

La semana pasada un grupo de golpeadores o mercenarios, que se alquilan para este tipo de bajezas, arremetieron a golpes, en contra de reporteros de diversos medios que cubrían una audiencia en el Tribunal Unitario Agrario. Su propósito era evitar que el objeto para el que fueron contratados, se difundiera. Es decir, conculcar con violencia la libre expresión. No era gente común de la población o afectados del predio objeto de la audiencia, sino malandrines contratados ex professo para una acción fuera de la ley. La Fiscalía General del Estado reconoció que no se permitirán más agresiones el ejercicio periodístico. La Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca lamentó la agresión y solicitó medidas cautelares. Sin embargo, este atentado en contra de la libertad de expresión no puede quedar impune. Se debe sentar un precedente, habida cuenta de que no puede haber democracia, en donde se conculcan las libertades. Un buen gobierno debe cimentarse en un terreno fértil de paz y tolerancia, y no como dijera André Guide, teniendo como telón de fondo la violencia, “que será como ver crecer una flor en un montón de estiércol”. (JPA)

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