Opinión 

El comentario de hoy, martes 23 de julio 2019

Uno de los grandes legados históricos de Oaxaca son sus zonas arqueológicas, algunas de ellas como Monte Albán, consideradas “Patrimonio Cultural de la Humanidad”. En el estado son incontables los vestigios que nos legaron nuestros antepasados remotos. Culturas precortesianas milenarias. Los hallazgos se han dado en las diversas regiones del estado.

Algunas comunidades, celosas de dicho patrimonio, evitaron que las piezas encontradas en su territorio fueran a parar a otro lugar y fundaron sus museos de sitio, aún sin el apoyo oficial. Es admirable cómo resguardan con celo vasijas, collares, puntas de flecha, etc. Hay conciencia de que ese legado es único y excepcional. Que vale la pena protegerlo.

En un penoso contraste, Monte Albán, Mitla, Yagul, que son socorridas por el número de visitantes que reciben al año, sobre todo las dos primeras, se encuentran en total abandono y descuido. Y las denuncias provienen no solamente de los trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia –el INAH- sino también de los mismos visitantes. Baños en mal estado, humedad en paredes, falta de atención a zonas dañadas, iluminación en mal estado, etc.

Y hablamos de las zonas más conocidas. Cuestión sólo de imaginarnos las condiciones en que se encuentran otras, apenas exploradas como Huijazoo, en Suchilquitongo, Etla o el Cerro de las Minas en Huajuapan, poco conocidas, entre otras. Y es que en contraste con algunas zonas del país, como la región maya o Teotihuacán, en donde se ha privilegiado la exploración, aquí se carece de presupuesto hasta para la conservación y el mantenimiento.

Si durante los gobiernos neoliberales la protección y salvaguarda de monumentos y sitios arqueológicos caminaban al tenor de las ocurrencias de los legisladores, que son quienes autorizan las partidas presupuestarias para cada dependencia, ya nos podemos imaginar hoy, con su cacareada y falsa austeridad. Obviamente, ese pasado histórico, orgullo de los mexicanos y de los oaxaqueños, seguirá a merced de las modas políticas. Genera tristeza y hasta impotencia ver el grado en que se sigue deteriorando nuestro Centro Histórico. Cientos de viejas casonas a punto de venirse abajo por el tiempo, el abandono o la desidia. No quisiéramos ver también el colapso de nuestras zonas arqueológicas por la abulia oficial. La única ventana que tenemos aún para asomarnos en el horizonte de eternidad de culturas ya desaparecidas, que aún sobreviven en nosotros. (JPA)

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