Opinión 

El comentario de hoy, martes 21 de agosto, 2018

La semana pasada, el ejecutivo estatal realizó una gira de trabajo por el Istmo de Tehuantepec. Pudo percatarse sin duda, que hay huellas profundas de la tragedia que se abatió sobre nuestros hermanos istmeños en septiembre del año pasado. La reconstrucción ha sido parcial y existe una agenda pendiente de daños que hay que atender con prontitud para volver a la normalidad.

A casi un año del siniestro hay casas en ruinas; escuelas públicas que urgen de rehabilitación para este ciclo escolar y algunos edificios públicos que no han recibido aún el apoyo oficial. Estamos convencidos de que ningún presupuesto será suficiente para una empresa de tal envergadura. Las afectaciones físicas rebasaron en mucho la capacidad financiera tanto de la Federación como del gobierno estatal.

Si bien es cierto que la respuesta solidaria del pueblo de México: organismos de la sociedad civil; instituciones altruistas y de asistencia; universidades e instituciones de educación superior; sin duda alguna nuestras Fuerzas Armadas y, sobre todo, los mismos oaxaqueños radicados en otras partes de México, Estados Unidos y otros países, se hizo presente de inmediato durante la contingencia, las secuelas de la misma permanecen.

Para desgracia de los afectados –y como a tiempo se difundió en los medios de comunicación- la ayuda oficial, concretamente las tarjetas de BANSEFI, forjaron un hito en la historia de la corrupción en el país. La clonación y el saqueo de dichos recursos destinados para apoyar a los damnificados, fueron un capítulo inédito, pues nada se sabe de los responsables. Esta situación poco contribuyó al devastado presupuesto estatal.

En poco más de dos semanas se cumple un año pues, de uno de los sismos más graves que hayamos padecidos los oaxaqueños, a lo largo de la historia. El de 8.2 grados en la Escala de Richter. Y de los miles de réplicas que generaron zozobra en la población. Algunos como los del 19 y 23 de septiembre, en realidad, de efectos graves. Ahí pudimos advertir nuestra vulnerabilidad ante la naturaleza.

No obstante la forma tan severa en la que nos han fustigado los fenómenos naturales, tal parece que no hemos aprendido. Hace unos días una tormenta atípica se abatió sobre la capital y los Valles Centrales. Y ocurrió lo mismo que cada temporal: inundaciones, atascaderos, damnificados. Alcantarillas llenas de basura, falta de mantenimiento en la red de alcantarillado y todo aquello que se ha dejado al arbitrio de las circunstancias. Urge un programa de protección civil, que sea algo más que salir al paso cuando la tragedia ya hizo estragos. (JPA)

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