Opinión 

El comentario de hoy, martes 20 de abril 2021

Durante toda la semana anterior, los habitantes de la capital y el área conurbada, estuvimos a merced de gavillas y bandas de facinerosos que, enarbolando supuestas causas de los normalistas, secuestraron autobuses del servicio urbano, provocaron daños en propiedad ajena, vandalizaron oficinas para robar y agredieron a representantes de los medios de comunicación. Al tenor de las ambiciones de sus titiriteros radicales del Cártel 22 y otras organizaciones, han hecho vivir al pueblo inerme, un infierno de atropellos, bloqueos y robos.

¿Es esto libre manifestación de las ideas, derecho consagrado en la Constitución? ¿Se trata de una protesta pacífica por demandas justas? Nada de eso. Diversas fuentes dieron cuenta de un movimiento manipulado; de acciones temerarias que buscan contaminar el ambiente electoral y de ciertas manos meciendo la cuna. Hace meses fue la exigencia de plazas para los egresados de las escuelas normales. La respuesta oficial fue favorable. Luego la exigencia de clases presenciales, que cayó por su propio peso. Pero, la semana pasada se sacaron de la manga una bandera jalada de los pelos: que el gobierno pretende desaparecer a dichas instituciones.

Se trata sólo de pretextos, con los que la estalinista Unión de Trabajadores de la Educación –la UTE- y otras corrientes magisteriales lideradas por ex dirigentes, además de los llamados enfermos de la izquierda, buscan provocar una supuesta represión y hacer el caldo de cultivo para otro 2006. Detrás de todo, el indiscutible interés económico, el relevo inminente en la dirigencia seccional y hacer el caldo de cultivo para enrarecer el clima electoral, ocasionando descalabros a la paz social y a la tranquilidad ciudadana. Los manejadores están identificados.

Son muchas las voces que se han elevado para pedir sanciones a los bloqueos carreteros y evitar mayores daños a la de por sí devastada economía en tiempos de pandemia. No son pocos los ciudadanos que exigen al gobierno terminar con actos vandálicos, provengan de donde provengan. Justificar acciones como las de la semana pasada es ir incubando el huevo de la serpiente. Asaltos a vehículos comerciales, robo, secuestro de unidades o acopio de bombas Molotov, no son instrumentos de una protesta pacífica y racional, sino un serio desafío al Estado de Derecho y un acto de provocación. El caso Ayotzinapa ha sido para el pueblo mexicano un capítulo doloroso. Aún faltan por desentrañar los móviles de esa tragedia humanitaria y crimen de lesa humanidad. Lo importante es que no se repita. Por ello, padres y madres de familia deben saber lo que hacen sus hijos, sobre todo cuando caen en manos de vivales que buscan rentabilidad política y se aprovechan de su juventud y rebeldía. (JPA)

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