Opinión 

El comentario de hoy, jueves 9 de julio 2020

Los festejos de julio que, durante mucho tiempo, excepción hecha tal vez con los disturbios del movimiento político y social de 2006, fueron una bocanada de aire fresco para la industria sin chimeneas, este año no será tal. Nuestra fiesta máxima, La Guelaguetza, según se informó de manera oficial hace unos días, será presentada los días 20 y 27 de julio, pero sólo de manera virtual. Las buenas cuentas de afluencia, estancia y derrama económica por el turismo, no serán tales este año.

La suspensión presencial de dicho evento masivo, fue una medida severa pero acertada. Son miles de asistentes los que llenan el auditorio. No sería buena política de un gobierno responsable, exponer, así como así a oaxaqueños y visitantes. Sin embargo, los efectos colaterales de esta medida no se han estimado. El efecto económico ha sido brutal. Cancelaciones de viaje, hechas con meses de anticipación; ocupación en hoteles; reservaciones en transporte aéreo y terrestre, etc. No soy especialista en el tema, pero presumo graves afectaciones.

Más de ello, había que ponerse también en los zapatos de nuestros artesanos, de San Bartolo Coyotepec, Santa María Atzompa, Teotitlán del Valle, Mitla, San Martín Tilcajete, Santo Tomás Jalietza y otras poblaciones, que no por omisión sino por olvido, son semillero de artesanos. Y qué decir de los pequeños comerciantes que venden sombreros en el Cerro de “El Fortín o platillos, nieves o dulces típicos en nuestros mercados de la ciudad, Etla, Zaachila, Tlacolula, El Tule. O los bares, antros, cafés, muy socorridos en el Centro Histórico.

En otro paquete van los restaurantes de moda en nuestra capital, en donde a la yerba santa le llaman hoja santa y abusan de los neologismos, como cocina prehispánica o etno-bar. Y negocios de venta de mezcal, en donde llaman maridaje a la combinación del quesillo con el cuishe o espadín y a la salchicha de Ejutla con el tobalá. A veces inaccesibles a los simples mortales oaxaqueños. Los efectos de esta emergencia, también serán brutales, con reservaciones canceladas.

Julio, pues, con su fiesta del Carmen Alto; con sus calendas, desfiles de delegaciones, marmotas, las maromas del perro “Mazapán” y esas maravillas que tanto han fascinado a propios y extraños, no será igual que en otros tiempos. Pero estoy convencido de que nada es para siempre. Saldremos de ésta como hemos salido de otras, orgullosos y airosos de tener en nuestras raíces, la identidad de culturas milenarias y una vasta diversidad, porque desde el punto de vista turístico somos una entidad completa. Tenemos todo para superar cualquier obstáculo. ¡Ese Oaxaca mágico siempre estará en nuestros corazones! (JPA)

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