Opinión 

El comentario de hoy, jueves 31 de enero 2019

La semana pasada se dio un hecho bochornoso que más que avergonzar a los empleados debería hacerlo a su patrón: el gobierno. Fotos y videos se hicieron virales en las redes sociales, cuando empleados de Ciudad Judicial estaban desalojando los edificios por la red de drenaje de dicho complejo administrativo. ¿Pero cuál fue la razón de tan inédita salida? Un grupo reducido de comuneros que buscan el reconocimiento de su comunidad, tuvieron la infeliz ocurrencia de amarrar las rejas de entrada y salida, obligando a empleados y empleadas a tan humillante desalojo.

Es decir, para dichos vecinos rijosos, los responsables de que no se le haya dado trámite o solución a sus asuntos y demandas, son los trabajadores. Si el funcionario mayor no los recibe o si no encuentran interlocución con el secretario de alguna dependencia o con el gobernador, quienes pagan los platos rotos son los trabajadores. Ésa es la lógica, síntoma de ignorancia. Pero dichos excesos, lejos de ser sancionados, se premian.

Vale la pena recordar cuando vecinos de Teojomulco llegaron a dichas oficinas y agredieron con piedras y resorteras a los citados trabajadores y aún cuando empleadas aún embarazadas decidieron escapar por el drenaje, estos valientes quemaron el pasto seco para asfixiarlas. ¿Hubo algún detenido? No. ¿Por qué? Porque existe miedo y pusilanimidad para aplicar la ley. Después de sus fechorías –y cobardía, porque no se puede calificar de otra forma- los mencionados comuneros retornaron a su comunidad, tirándose al piso de la risa.

Cuando llegan grupos u organizaciones a protestar a Ciudad Administrativa, de inmediato se desalojan a los empleados que, de manera poco digna, tienen que salir de manera atropellada por la puerta trasera y así evitar a la turbamulta que se lanza sobre ellos a golpes, pedradas o empellones. Cuando los rijosos y violentos han hecho de las suyas, se les invita a la mesa de diálogo y el asunto se acabó. Pronto volverán y harán las mismas sin recibir castigo, reprimenda o sanción.

Esto es: el premio a las conductas violentas, al cierre de carreteras, al bloqueo de vialidades y otros atropellos a los derechos civiles es la impunidad. Los ciudadanos nos hemos acostumbrado pues a lamer la coyunda. Los más sometidos por los menos; las mayorías alienadas por unos cuantos. Es éste uno de los ejes que han obstaculizado nuestro desarrollo, nuestro nicho de oportunidades para salir del marasmo. El bloqueo nuestro de cada día y la forma tan ruin en la que se aplica la ley. (JPA)

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