Opinión 

El comentario de hoy, jueves 23 de agosto, 2018

A poco más de veinte días de haber concluido los festejos de julio, hay aún una serie de notas periodísticas que revelan irregularidades en ciertas áreas de gobierno que participaron en dicha celebración y cuyas acciones u omisiones, con certeza, debe investigar la Secretaría de la Contraloría y Transparencia Gubernamental. Y es que los escándalos poco contribuyen al buen gobierno.

La dependencia que más ha estado en el ojo del huracán es la Secretaría de Cultura y Artes (SECULTA), incluso desde hace meses, con la desaparición y mal uso de 211 obras fotográficas del artista Diego Huerta, quien se dice fue sorprendido con un contrato ficticio para la edición de la obra: “Oaxaca desde adentro”. Este asunto ha escalado ya el entorno estatal y el golpeteo al gobierno local, en medios nacionales, ha estado a la orden del día.

Luego vinieron los casos de la cantante Lila Downs, cuyo representante artístico afirma haber recibido menos de la mitad de la cantidad que la dependencia informó. Ello sin soslayar el famoso concierto de la soprano de origen mixe, María Reyna, que también habría sido objeto –así trascendió- de discriminación. Hay pues todo un directorio de anomalías que por el bien de la actual administración deberían ser investigadas para que no se conviertan en fenómenos mediáticos o en verdades a medias.

Está aún en el imaginario colectivo, dado que se trató de una cuestión nunca vista, la venta de boletos de la Sección “C”, que históricamente ha sido gratuita. Hay que recordar que fue la primera vez, pues por más demanda que haya habido en años anteriores, siempre se respetó como un espacio gratuito para los oaxaqueños o visitantes que no pudieron pagar o no alcanzaron boleto para disfrutar de nuestra fiesta máxima. Los recursos obtenidos, ¿a dónde van a parar?

Hubo también conciertos, algunos –se comenta- no tuvieron costo alguno para el erario estatal. Fueron parte de la buena fe de los directivos de los mismos grupos para ayudar a Oaxaca y sus grandes carencias. Sería bueno saber en estos tiempos de transparencia y rendición de cuentas un balance de todo lo que se llevó a cabo y los costos que tuvieron que erogarse, así como los beneficios obtenidos.

Hay que recordar que uno de los componentes de nuestra democracia participativa en los últimos tiempos es, sin duda alguna, un rotundo no a la secrecía y a la opacidad. Y más en nuestra tierra, en donde emergió la semilla de lo que es la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, hoy vigente y en vías de aplicarse en el nuevo gobierno. (JPA)

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