Opinión 

El comentario de hoy, jueves 19 de diciembre 2019

En este mes de diciembre, como lo informó la semana pasada el ayuntamiento de la capital, se cumplieron 32 años del reconocimiento como Patrimonio Cultural de la Humanidad, otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Si bien los trabajos de recopilación de documentos y memoria gráfica iniciaron un año antes, fue en diciembre de 1987, cuando la declaratoria fue aprobada por el Comité del Patrimonio Mundial de dicho organismo.

El reconocimiento no fue fortuito. Hubo una importante labor de los representantes permanentes de México ante la UNESCO. Primero, el filósofo e historiador, Luis Villoro; después, el investigador de la cultura náhuatl, traductor y Maestro Emérito de la UNAM, Miguel León Portilla. Ambos, ya desaparecidos. Aún en nuestras embajadas y consulados había gente valiosa y con un gran prestigio. Hoy, los escándalos han forjado un hito negativo en la historia diplomática de México.

Desde los años 50, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, había reconocido a la capital oaxaqueña, como un sitio de monumentos. Más de mil doscientos, entre monumentos civiles y religiosos. La mayoría han sido catalogados. Hay otros, que el tiempo y la abulia han convertido casi en ruinas. Es más, están protegidos por cintas amarillas que anuncian el peligro de pasar junto a ellos. Ese patrimonio monumental está en vías de perderse. Pero nadie levanta la mano para rescatarlo.

No existe un inventario de dichos inmuebles. Igual que tampoco tienen las autoridades un riguroso directorio de arte sacro, el cual ha permanecido en el interior de centenas de iglesias, edificadas en los Siglos XVI y XVII. Retablos, portones, imágenes, esculturas en madera o metal, así como pinturas, de algunos notables del arte colonial, como Miguel Cabrera o Baltasar de Echave, se conservan deterioradas, pero otras han desaparecido, igual que las rejas que rodeaban a Catedral o los angelitos que estuvieron en Santo Domingo. Por fortuna, el gobierno de la capital ha forjado el compromiso de evitar el deterioro de esa parte de nuestra historia. Tendrá que ir a contra-corriente del vandalismo, de aquellos que se empeñan en destruir ese rico legado de la antigüedad, de quienes en la ignorancia o la inconciencia no alcanzan a discernir la riqueza que aún tenemos en pie. Es evidente que la UNESCO no habrá de retirar el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad. En el organismo del sistema de Naciones Unidas, hay pleno convencimiento de que la salvaguarda de dicho patrimonio, es corresponsabilidad de la sociedad en general, pero también del gobierno. (JPA)

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