Opinión 

El comentario de hoy, jueves 16 de mayo 2019

Cuando una nueva administración gubernamental se estrena, es común e institucional informar de los cambios en la estructura existente de dependencias y entidades, modificaciones, desapariciones, fusiones o creación de nuevas áreas del gobierno. Todo ello va contenido en la llamada Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, que es, podemos decir, la piedra angular sobre la cual caminará su gestión, a lo largo de seis años. Dicha Ley es casi como un traje a la medida de cada gobernante, en función de lo que pretende hacer u omitir durante su mandato.

Sin embargo, faltando a los estrictos criterios de transparencia, pocos, muy pocos saben, de la Ley Orgánica en vigor. Ahí se establecen los requerimientos que deben cumplir los servidores públicos; los perfiles profesionales; la experiencia para poder dar resultados satisfactorios a quien lleva el timón de mando en el gobierno. La eficacia en el funcionamiento de la administración pública es directamente proporcional al bagaje de experiencia y capacidad de los responsables de las diversas áreas del poder estatal.

Sin embargo, a dos años y medio de la actual administración se advierten un tanto, los síntomas de la inmediatez y la improvisación; de la inexperiencia y poca capacidad. Hay quienes en su vida imaginaron siquiera estar al frente de una secretaría. Tampoco se prepararon para ello. Como si hubieran salido de la nada. Una currícula vitarum escueta y pobre. Por supuesto, no tienen ni idea de la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos, que sanciona tener parientes en línea directa en niveles de mando, entre otros.

Esta ignorancia supina en materia de funciones de gobierno ha llevado a ciertos funcionarios, uno de ellos fue exhibido la semana pasada en redes sociales, a asumir que la dependencia a su cargo es propiedad personal o coto familiar. E hizo de ella, un verdadero retrato de familia. Eso no sería el problema, que existe aunque no de manera generalizada, sino el hecho de que esos parientes no cuenten con el perfil profesional para desempeñar las labores que les han sido encomendadas.

Una gestión gubernamental no puede dar resultados, si en el entorno hay ineficiencia e incapacidad; novatez y desconocimiento de los más elementales principios del buen gobierno. Igualmente, si no hay vocación de servicio, lealtad institucional y amor a Oaxaca, un vacío y mal congénito que hemos arrastrado como maldición en los últimos años. Pero sólo el tiempo y el juicio implacable de la historia habrá de poner a cada quien en su lugar. Los medios, sólo haremos nuestra parte, en lo que nos corresponde de la historia política del Oaxaca contemporáneo. (JPA)

Leave a Comment