Opinión 

El comentario de hoy, jueves 14 de junio de 2018

Durante casi tres semanas los oaxaqueños hemos estado en calidad de secuestrados en nuestro propio espacio vital. Bloqueos al Aeropuerto, la Terminal de Autobuses de Primera Clase, las casetas de cobro, las plazas y centros comerciales. La ciudad capital partida en dos, gracias a que las vialidades estuvieron bloqueadas en horas-pico y sin mayor propósito que cobrarle al pueblo facturas que nunca ha debido.

De nueva cuenta ha sido el látigo del magisterio quien nos ha fustigado con sus métodos aberrantes. Estos agravios no son nuevos. Los hemos padecido desde hace 38 años. Es decir, hay quienes son hoy profesionistas o padres de familia, y nacieron en ese entorno de crispación social. El viejo método del plantón y el bloqueo, es tan acartonado como las doctrinas extintas y arcaicas en las que se basa la lucha magisterial.

Muchas voces se han levantado para exigir al gobierno aplicar la ley. Pero se ha impuesto esa excesiva tolerancia que hace aparecer al llamado Cártel 22, como un ente impune, arbitrario, rapaz y presto a cometer las peores atrocidades. El Síndrome del 14 de junio de 2006 con el fallido desalojo y el enfrentamiento en Nochixtlán, del 19 de junio de 2016, han hecho al magisterio la victima irredimible de las comisiones de derechos humanos.

La facilidad con la que trastocan la realidad para devenir de agresores en agredidos; de carniceros en reses, les ha dado a sus manejadores buen resultado. En Puebla, la Policía Estatal detuvo a la famosa caravana motorizada que salió de Oaxaca el pasado 4 de junio y en la Ciudad de México, los maestros recibieron duras lecciones de la fuerza del Estado. Pero aquí no. Están blindados. Pueden cometer las peores bajezas sin recibir ni siquiera un amago. Tienen ya preparado el sketch: represión, represión o el sobado argumento de la “criminalización de la protesta social”.

Pero hay algo en lo que podemos echar las campanas al vuelo. En esta etapa ha perdido el magisterio y ganado la sociedad. La exigencia ciudadana que de aquí para adelante las mesas de diálogo se hagan públicas, de cara al pueblo y no en la secrecía y la opacidad, amenaza con convertirse en una bola de nieve. Sin duda un duro revés para aquellos que arrastran en su ideología arcaica, la tendencia a no rendir cuentas y menos ajustarse al escrutinio público.

La sociedad civil, los grupos empresariales y los ciudadanos de a pie, habrán de pasar por el rasero de la transparencia, eso que debió hacerse desde hace mucho tiempo: estar atento a las demandas y respuestas al famoso pliego anual de peticiones, algunas tan descabelladas y burdas, como sus mismos promotores. (JPA)

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