Opinión 

El comentario de hoy, jueves 10 de mayo de 2018

 

Los tiempos electorales nunca han sido eje de la unidad de los oaxaqueños. Al contrario, han polarizado más a la sociedad y nos han llenado de más encono. Es impresionante la saturación de datos, información, encuestas, discursos, etc., que ha llegado el momento en que nos sentimos hastiados.

Al ver todos los días las mismas caras, escuchar los discursos reiterativos, las promesas y los ofrecimientos de campaña, han creado un ambiente de hartazgo. Ir de precampañas a las inter-campañas y luego a las campañas, algo inédito en la vida política del país, ha dejado entre la ciudadanía una sensación de aburrimiento. Y pensar que aún queda poco más de mes y medio para que terminen.

Si bien es cierto que los procesos electorales son un instrumento de la vida democrática de las sociedades, no siempre la dictadura de las mayorías se inclina por la mejor opción. Pero ésas son las reglas. Y en la democracia se gana o se pierde por un voto. En la actualidad las encuestas han sido tan reiterativas, que hay quienes pensamos que si éstas ya tienen un ganador y lo publicitan todos los días, ¿qué caso tiene acudir a las urnas?

Las autoridades electorales mantienen bajo lupa la publicidad de los aspirantes a diversos cargos de elección popular, pero no tienen control en todo lo que se difunde en las redes sociales, que obviamente no están reguladas. Ahí prevalecen las fake new, la información falsa, los denuestos, las descalificaciones y la ridiculización de candidatos. Los llamados a emitir el sufragio son mínimos frente a una avalancha de mensajes y promesas que, estoy seguro, jamás se cumplirán del todo.

Echarle la culpa al de atrás es el método más usual de proselitismo. La corrupción es uno de los temas más recurrentes, pero poco se habla del fracaso en el combate a la pobreza desde hace más de veinte años, entre gobiernos del PRI y del PAN. En Oaxaca ya vivimos una experiencia de cambio que, desgraciadamente, resultó peor de todo lo que habíamos visto.

La experiencia nos ha enseñado que los problemas del país no se resolverán ni con buenas intenciones ni de un plumazo. La inseguridad lacerante, cuyas muertes y ejecuciones se cuentan por miles, no tendrá un viraje automático, ni la sobada amnistía. Se deben cambiar las leyes y hacer una revisión en el sistema de justicia del país. Un día los detiene la Policía y al día siguiente los jueces los sueltan. Esperemos que las promesas contra los corruptos, no sean igual al capítulo lamentable que ya vivimos en Oaxaca. Y que el remedio resulte peor que la enfermedad. (JPA)

 

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