Opinión 

El comentario de hoy, miércoles 19 de abril

El poder público entraña serios riesgos. Es un compromiso, pero también un desafío. Cuando no existe una formación previa respecto a lo que representa tener muchas cosas a la mano, es fácil caer en la tentación. Hemos tenido muchos ejemplos. Desvío de recursos, enriquecimiento ilícito, excesos y verdaderos insultos a la pobreza en la que vive mucha gente.

Lo vivimos recientemente, con el enriquecimiento insultante de algunos colaboradores del ex gobernador Gabino Cué, incluso de funcionarios de medio pelo. La danza de los millones. ¿Cómo se explica que un cercano al poder gubernamental –sin cargo público- haya tenido en sus cuentas más de 4 mil millones de pesos, producto de los sobornos, de las igualas, de los moches y que se haya dejado un erario estatal devastado y saqueado?

Muchos nos preguntamos, ¿qué les pasa a algunos servidores públicos que no sólo ellos cometen excesos sino incluso sus hijos y consanguíneos? En efecto, se siguen los viejos moldes, los viejos cartabones, cuando la discrecionalidad estaba fuera de la esfera ciudadana. Hoy no es posible cometer excesos o desvaríos, sin que la mirada indiscreta de cualquier ciudadano lo ponga en el espectro público. He ahí la importancia de las redes sociales, pero también el riesgo.

El pasado jueves un importante ex funcionario del gobierno estatal presentó su renuncia. Era una renuncia esperada desde hace al menos tres meses. Se habían documentado excesos, cotos en la estructura de gubernamental, abuso de poder y manejo discrecional de los recursos públicos, entre otros. Sin embargo su hijo tuvo un papel determinante en dicha renuncia. El junior no entendió que los tiempos han cambiado y que el uso indiscriminado de los bienes del Estado por puro placer personal, llega a tener un alto costo político.

Haya sido como haya sido. Que le hayan puesto una trampa al padre; que quien haya autorizado sea el mismo funcionario que lo llevó al cadalso o que alguien le haya filtrado la información, la renuncia del ex titular de la Secretaría General de Gobierno fue el corolario de un hecho que fue a todas luces un exceso burdo, torpe y fuera de toda civilidad. Nadie, medianamente cuerdo, habría de justificar que el helicóptero oficial, fuera usado con fines personales y de placer.

Este caso, lamentablemente no es el único. Ha trascendido que una funcionaria menor, titular del Instituto de la Juventud, habría gastado al menos 250 mil pesos para celebrar su cumpleaños. La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿pero qué les pasa a estos y estas servidoras públicas que siguen pensando en que la impunidad, la discrecionalidad y los excesos, son el componente de un gobierno que ha dicho a los cuatro vientos que forjará el milagro oaxaqueño? (JPA)

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