Opinión 

El comentario de hoy martes 28 de marzo, 2017

Hace 37 años nació el Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación. Era un movimiento disidente al monopolio que en ese entonces tenía la oficialista “Vanguardia Revolucionaria”. Ahí se empezó a incubar la inconformidad respecto a todo aquelllo que oliera a PRI, a sojuzgamiento, monopolio y a sus vicios. Nació la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación –la CNTE-, que tuvo sus principales bastiones en Oaxaca, Guerrero, Chiapas, el Estado de México, Hidalgo y el Distrito Federal.

En ese año iniciaron los famosos plantones en la ciudad de México. Las calles de Argentina, Venezuela y Brasil, en donde se ubica la Secretaría de Educación Pública y las marchas por San Cosme, sobre todo de Fresno 15, ubicación de la legendaria Escuela Normal Superior de México, rumbo al zócalo y la Bucareli, a donde se ubica la Secretaría de Gobernación, despertaron la simpatía popular. En Oaxaca, la Sección 22 hacía lo propio. El movimiento magisterial concitó el apoyo de los diversos sectores sociales. La gente aplaudía que sus maestros defendieran sus derechos. En el fondo, apoyaba su lucha y sus peticiones de mejoras.

Pasó el tiempo y aquel movimiento que en sus inicios fue un parteaguas en la lucha social nacional, se fue desviando hacia las atarjeas sinuosas de la complicidad, la pérdida de rumbo y un evidente extravío de la lucha por la reivindicación de la educación como motor de cambio. La CNTE, a nivel nacional y aquí la Sección 22, trasmutó de ser un pivote de la lucha social –que no gremial- a ser una simple marioneta movida por los intereses políticos del momento. Nada de educación ni compromiso con los educandos.

Es decir, el llamado Movimiento Democrático Magisterial, perdió no sólo la perspectiva de una lucha por reivindicar al maestro como motor de la educación a látigo social, a enemigo soterrado, que que lo mismo abandona su labor docente que sirve como sicario de intereses políticos, en los cuales sus dirigentes se aprovechan la buena fe de muchos mentores, para utilizarlos como carne de cañón. Desde el 2006 a la fecha, pasando por los hechos de Nochixtlán, el 19 de junio de 2016, todo ha sido victimización para ganar los reflectores nacionales e internacionales, ocultando la verdadera naturaleza de sus propósitos.

Hoy en día, el movimiento magisterial perdió su base social de apoyo. Ya no es un movimiento genuino, auténtico, social, como el que de manera superficial siguen argumentando sus dirigentes, sino una farsa, una ficción. Los hechos de Salina Cruz representan con nitidez la simulación del llamado movimiento democrático. Provocares, infiltrados, sicarios, cualquier calificativo, ubica en plenitud un movimiento necrosado y perdido. (JPA)

 

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