Opinión 

El comentario de hoy, martes 28 de marzo

No es algo fortuito el calificativo que se le ha endosado a México, como uno de los países en donde ejercer el periodismo es un acto de vida o muerte. Estamos casi al mismo nivel que algunos países árabes en donde se han observado ejecuciones públicas de comunicadores. En nuestro país no estamos mejor. Día a día nos indignamos con el asesinato cobarde de compañeros, que no han hecho más labor que cumplir con su responsabilidad ante la sociedad.

El jueves 23 de marzo fue asesinada en Chihuahua la periodista Miroslava Breach, quien fuera colaboradora del diario capitalino “La Jornada” y de los medios impresos “El Diario de Chihuahua” y “El Norte de Juárez”. Este crimen es el tercero que ocurre en sólo un mes. El día 2 fue asesinado en Tierra Caliente, Guerrero, Cecilio Pineda Birto y Ricardo Monlui Cabrera, el 19 en el estado de Veracruz. Pero el directorio en los últimos años, refleja que nuestras filas han sido diezmadas.

No obstante la existencia de decenas de fiscalías especializadas en delitos cometidos en contra de periodistas; de oficinas en las comisiones de derechos humanos; de organismos civiles y, sobre todo, del sobado respeto a la libertad de prensa y la libre expresión de los discursos oficiales, con indignación y pena debemos reconocer que la mayoría de crímenes en contra de comunicadores quedan en la impunidad.

Es cierto, se han dado ciertos casos en los que existen otros móviles que terminan en hechos criminales. Hablando en plata, el trabajo periodístico nunca estará exento de riesgos y tentaciones. Sin embargo, muchas veces es el trabajo valiente que se lleva a cabo en investigaciones que tienen que ver con poderes fácticos de todos conocidos, lo que conlleva a desenlaces como el caso de Miroslava.

En el entorno nacional, Oaxaca figura en las entidades federativas que mayor número de agresiones registra en contra de periodistas. Ya vimos el sonado caso de Tuxtepec, en donde espías al servicio del presidente municipal, intervenían cuentas de redes sociales. Está también el del edil de Cosolapa, que tundió a bofetadas a un compañero, hace algunos meses o de dirigentes de ciertos partidos políticos que afirman que sólo las moscas se matan a periodicazos.

Son formas a veces burdas o sutiles de descalificar nuestro trabajo. Es la visión de los nuevos Torquemadas o censores, que ante la mínima mención arremeten haciendo alarde de poderío. Pero hay otros, cuyos intereses son intocables y no se tientan el corazón para enviar a sus matarifes a silenciar vidas, de manera cobarde y ventajosa. (JPA)

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