Opinión 

El comentario de hoy, jueves 7 de diciembre:

Cuando los embajadores acreditados en la UNESCO, que formaban parte del Comité de composición restringida del Patrimonio Mundial, aprobaron la inclusión de la ciudad de Oaxaca en la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad, en 1987, jamás imaginaron que dicha distinción sería ninguneada por los mismos oaxaqueños, que deberíamos estar orgullosos de la misma y los principales depredadores de la imagen urbana que hoy presenciamos.

En efecto, sólo hay que ver el zócalo de la capital, durante parte importante del año, invadida por maestros que no trabajan, normalistas fantasmas, indígenas que se han pasado los años con la mano extendida esperando la dádiva del gobierno, plantones, casas de campaña, comercio informal y otros, que han hecho de nuestro Centro Histórico, otrora sitio indispensable de esparcimiento de la familia oaxaqueña, una zahúrda y un estercolero.

Todos ellos, sin excepción, tienen detrás una mano que los mueve. Los supuestos desplazados triquis tienen a varios dirigentes que han medrado de la dádiva gubernamental; que se escudan en el argumento de que son desplazados y tienen medidas cautelares, para pervivir como parásitos. La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, con sede en Washington, D.C., sin someterlos a alguna investigación, otorga las citadas medidas, bajo el argumento pueril, de que la violencia en la zona de Copala, los desplazó de su tierra natal.

Hay quienes en el mundo pueden recibir ese calificativo, como por ejemplo, los sirios que huyen de los bombardeos y están en medio del fuego. Grupos africanos que son objeto de persecución y hasta de fusilamiento. Pero en Oaxaca es una ficción hablar de desplazados, más en una región caracterizada por su exterminio inter-étnico. En donde se practica además, la trata de personas. Hay muchos casos de niñas que son vendidas por sus padres, hasta por cajas de cerveza.

Pero ya sus manejadores los acostumbraron a vivir de la mendicidad. Y hay que escucharlos exigirle al gobierno las despensas, los recursos, los terrenos y las casas en donde asumen que merecen vivir. La famosa lucha social pues, en su nivel más deplorable: como un vil negocio. Con motivo de las fiestas decembrinas seguramente serán reubicados. Obvio, pago por delante. Pero ya volverán en enero, para seguir dando como hasta hoy, un espectáculo deprimente; una imagen urbana triste y lamentable para quienes aún sienten orgullo de vivir en este Patrimonio de la Humanidad. (JPA)

 

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