Opinión 

El comentario de hoy, jueves 30 de marzo

El desarrollo y el progreso de los pueblos se mide no sólo por la calidad de vida de sus habitantes, sino también por los medios de transporte que utiliza. Dicen que las comparaciones son malas. Pero comparado con otros estados del país, aquí el transporte no sólo es anárquico sino reflejo de nuestro atraso y nulo desarrollo.

Muchos nos preguntamos, cómo llegamos al nivel de hoy. Miles y miles de unidades entran y salen de la ciudad, sin control alguno. Las agencias de la capital y los municipios conurbados padecen ya los latigazos de la inseguridad y la violencia prohijada por las moto-taxis. No hay un solo día en que las notas rojas de los diarios no registren hechos de violencia, balazos, golpes, unidades incendiadas.

Organizaciones sociales, sindicatos y verdaderas mafias políticas se apropiaron de todo lo que huele a transporte, favorecidos por el clientelismo y las complicidades. La corrupción en el otorgamiento de permisos y concesiones hizo su parte. Se convirtió en botín. ¿Cómo explicar por ejemplo, que cuando aún no se terminaba de regular el sistema de taxis foráneos, en el sexenio de Ulises Ruiz, se haya autorizado la modalidad de las moto-taxis?

No es descabellada pues la disposición que hiciera en ocasión de los primeros cien días de gobierno, el ejecutivo estatal. Declarar una veda para el transporte. La exigencia ciudadana desde algunos actos violentos del año pasado, es ni una concesión más. Caer en el juego de la presión y el chantaje de quienes siguen exigiéndolas es, abonarle a la inseguridad; a los cotos de poder; a la ingobernabilidad.

La semana pasada estalló la huelga en una de las empresas que prestan el servicio de pasajeros en la ciudad y el área conurbada. Las afectaciones a los usuarios han sido brutales. El llamado Sistema Integral de Transporte, denominado SITIBUS, que tanto malestar ciudadano ha causado, está prácticamente estancado. Pareciera pues que estamos condenados a seguir bajo la tutela de un transporte anárquico, poco decoroso, oneroso y de mala calidad.

Lo grave es que hay intereses claramente definidos que le apuestan a que sigamos igual. Se entiende que una regulación; que meter orden es pisar callos de dirigentes sindicales, de organizaciones sociales y de esas mafias que encontraron en el transporte su veta de oro. No obstante, algo tiene que hacerse para que los oaxaqueños tengamos medios dignos, acorde a los tiempos que vivimos. Ya basta de complicidades. Una revisión a fondo de permisos, concesiones y beneficiarios ayudaría a poner orden y garantizar la primacía del Estado en el transporte. (JPA)

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