Opinión 

El comentario de hoy, jueves 16 de marzo

Desde que nació, hace al menos cuatro años, la Reforma Educativa en Oaxaca ha sido una ficción. Quien diga que está funcionando miente. Y su operación ha sido imposible por un factor clave: la existencia de un poder fáctico –la Sección 22- que ha sido su principal obstáculo. Cuando apenas trascendió el marco constitucional para su puesta en marcha, los grupos radicales de la 22 brincaron con el famoso Plan para la Transformación de la Educación en Oaxaca –el PTEO-, un plan más para adoctrinar que para mejorar la calidad de la educación.

Luego vendría el acoso a los diputados de la anterior legislatura para la aprobación de la Ley Estatal de Educación y la famosa armonización con la ley federal. Iniciativas de unos u otros partidos, se guardaron en la congeladora por al menos dos años, hasta que la ley se aprobó a escondidas. Pero, ¿ha funcionado? La respuesta es no.

El actual gobierno estatal tomó la ruta fácil: darles por su lado a los maestros, a sabiendas de que sus dirigentes son doctos en mañas, movilizaciones y chantaje. Haber autorizado más de mil millones de pesos para regularizar por lo menos seis mil plazas contratadas de manera irregular y sin el techo financiero requerido, por la Sección 22, nos parece un exceso teniendo el estado un grave rezago en diversos rubros. Ello fue una bofetada a las necesidades de los más pobres.

Junto con ello se sentó un mal precedente: que el gobernador presida las reuniones a las que convoca la Comisión Política magisterial. Nadie más está –según sus dirigentes- a la altura de ellos para encabezar las reuniones. Y ahí lo tienen cinco o diez horas, como una reunión reciente en la Ciudad Administrativa. Para hacer más patética la situación, los egresados de las escuelas normales que no aprobaron el examen y, por tanto, no lograron plaza docente, siguen poniendo en jaque la gobernabilidad y a la sociedad.

Quien conoce las entrañas del Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación, coincide en que ni la mejora de la calidad de la educación, menos la evaluación o abatir el rezago educativo está entre las prioridades del magisterio organizado. Su bandera es defender su plaza, su espacio de confort, sus privilegios. Durante muchos años vivió en una especie de paraíso: manejaba la política educativa a través del IEEPO; se asignaban salarios fuera de norma; se beneficiaban tanto de lo que lograba el SNTE a nivel nacional, como lo que a través del chantaje, le sacaban al gobierno estatal.

Y la divisa de hoy no es la Reforma Educativa, sino seguir disfrutando de los privilegios de las movilizaciones, aunque las aulas sigan quedando vacías. Y ahí están los ya referidos egresados de las escuelas normales haciendo de las suyas, porque insisten en tener plaza, pero no lo demuestran aprobando el examen de ley. (JPA)

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